III Domingo Tiempo Ordinario ciclo C 2019

Llama la atención la forma en que el pueblo celebra la presentación del Libro de la Ley en tiempos del profeta-sacerdote Esdras y del gobernador Nehemías. Esdras concluye la proclamación de la Ley con una alabanza al Señor, y todo el pueblo responde con una aclamación y un asentimiento a la voluntad del Señor, alzando las manos y diciendo amén, amén. Es la renovación de la Alianza: Dios da su palabra y el pueblo se compromete a cumplirla. Su futuro depende de que así sea. Esdras y Nehemías animan al pueblo para que no se aflija y se alegre en el Señor. Porque el Señor es la fortaleza de Israel. La palabra proclamada ante el pueblo y aceptada por el pueblo, comentada después e interiorizada por cada uno, lleva a la responsabilidad y a la conversión de todos. Los que han participado de una misma palabra, tomarán parte también en un mismo banquete para celebra la fiesta de la reconciliación.
La pluralidad de miembros en la Iglesia es la pluralidad de miembros incorporados a Cristo. La Iglesia sólo es cuerpo en la medida que es cuerpo de Cristo. De él recibe la Iglesia su unidad y su pluralidad. Porque él es el principio rector y organizador, la plenitud de la que participan todos los miembros, cada uno según su carisma. Por lo tanto, la unidad de la Iglesia no es el resultado de un convenio entre sus miembros, sino más bien la consecuencia de la incorporación de estos miembros a Cristo y por Cristo. De ahí se sigue el imperativo ético de permanecer unidos cuantos se confiesan cristianos. Si todos los cristianos son miembros de un mismo cuerpo, esto significa: que en la Iglesia no hay miembros pasivos, que en la Iglesia cada uno tiene su función y su carisma; que todos son solidarios y nadie puede ser cristiano individualmente; que las diferencias que nos separan en el mundo quedan superadas en Cristo.
Jesús volvió a su pueblo, Nazaret, enseñaba en la sinagoga y aquel día abrió el libro e hizo la lectura del profeta Isaías. Todos tenían los ojos fijos en él. Terminada la lectura dijo: “Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar”. Jesús no vino a leer la Biblia. Vino a cumplirla. Un hoy que hace referencia a la actualidad, a nuestra situación personal y comunitaria: “hoy se cumple esta Escritura”; “hoy ha nacido el salvador”; “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Hoy debe cumplirse lo que es la Buena Noticia. El cristiano vive siempre en el hoy de Dios siempre presente, siempre buscándonos, siempre amnistiándonos. La palabra y los actos no deben presentar ruptura. Este hoy del que nos habla el Evangelio, nos sigue cuestionando. Si bien es cierto que la liberación de Jesús tiene un matiz de interioridad y afecta al corazón mismo de la persona, también es cierto que esa liberación tiene un marcado acento social, que realiza y quiere hacer presente el Reino de Dios; negarlo sería negar prácticamente todo el Evangelio. Hoy, también para nosotros, puede ser ese gran día si la Palabra de Dios que has escuchado comienza a ser viva y eficaz, porque es espíritu y vida. Por José María Martín OSA. Betania. Es.
P. Diego Ospina