El domingo pasado al ascender a los cielos Jesús encargaba a los discípulos una misión: guardar todo lo que les había enseñado y predicar el Evangelio por todo el mundo. Tarea ardua y difícil, pero a la vez apasionante. Tienen fe, están juntos, pero tienen miedo a salir fuera por temor a los judíos, necesitan un empujón. Estando juntos, reunidos, compartiendo los miedos y las ilusiones, compartiendo el recuerdo de Jesús, el Espíritu los sacudió como un vendaval violento y como unas llamas de fuego. Es el gran desconocido en la Iglesia, pero su fuerza y su impulso siguen actuando en el interior del creyente. Hoy es el día grande en que Jesús Resucitado nos envía su Espíritu. Es Pentecostés, el punto de inicio de la Iglesia. Juntos, en comunidad y con la fuerza del Espíritu, podemos hacer realidad y mostrar a todos el amor, la misericordia, la comunión entre todos los hombres.
Todos pueden decir, como expresa la Primera Carta a los Corintios, que “Jesús es el Señor”. Es verdad que hay diversidad de ministerios y funciones, como también hay diversidad de dones o carismas. Cada uno desempeña una misión en la Iglesia según el carisma que ha recibido. Esta reflexión debe hacernos caer en la cuenta de la importancia que deben tener en la Iglesia los “ministerios laicales”. El Espíritu actúa en todos, aunque cada uno reciba un don y una función. Porque todo somos miembros del cuerpo de Cristo y todos hemos recibido la misma dignidad por el Bautismo. ¿Eres consciente del carisma que has recibido?, ¿sabes cuál es tu función o misión dentro de la Iglesia? Jesús nos envía a todos, como el Padre le ha enviado a Él.
Los discípulos salen a la calle y la Buena Noticia de Jesús comienza aquel camino que nada ni nadie lo podrá parar. Porque el Espíritu, Dios mismo en el corazón de cada creyente y en el corazón de la humanidad, es más fuerte que toda debilidad, que todo miedo. Es más fuerte que todas las infidelidades. Es el amor y la vida para siempre. No apaguemos la llama del Espíritu en nosotros. Colaboremos para que encienda a todos los hombres. El Espíritu en el corazón de cada creyente y en el corazón de la humanidad es más fuerte que toda debilidad y que todo el miedo del mundo. Es más fiel que todas las infidelidades, más cierto que todas nuestras dudas. Nos regala el amor y la vida para siempre. Se tiene que notar nuestro entusiasmo. Nadie va a preguntarnos qué es lo que creemos, sólo se fijarán si somos felices y transmitimos vida y alegría. Hoy es el día de la Acción Católica y Apostolado Seglar. Bajo el lema “Laicos, testigos de la misericordia” la Jornada invita a inspirarnos durante este Año Santo en la bienaventuranza “Dichosos los misericordiosos, porque encontrarán misericordia” (Mt. 5,7). Nos anima a llevar nosotros la misericordia de Dios a través de un compromiso de vida, que es testimonio de nuestra fe en Cristo. Los discípulos se entusiasmaron. Entusiasmarse es llenarse de Dios, que se note nuestro entusiasmo… Por José María Martín OSA. Betania. Es.
P. Diego Ospina