IV Domingo de Adviento ciclo C 2018

Nadie como ella sabe lo que significa esperar la llegada del Salvador. El Adviento llega a su culminación en la realidad maternal de la Virgen María. Por encima del profeta Isaías, Juan Bautista y José, es María el personaje fundamental del Adviento. Ella es quien esperó como nadie supo esperar la venida del Mesías, pues le llevó en su seno. Ella señala, en la historia de la salvación, el paso de la profecía mesiánica a la realidad evangélica, de la esperanza a la presencia real del Verbo encarnado. Por todo esto, el cuarto Domingo de Adviento es sumamente mariano. Solo de la mano maternal de la Virgen María podemos llegar al conocimiento exacto del misterio de Cristo, pues a través de Ella, determinó Dios ofrecernos la realidad exacta del Emmanuel, el “Dios con nosotros”. El profeta Miqueas anuncia la cercanía de los tiempos mesiánicos, en los que “la madre dé a luz”. He aquí otro profeta que nos adelanta el misterio mariano de Dios en medio de su pueblo: de Belén, de la Mujer bendita, surgirá el Redentor. Su efecto en nosotros va a depender de cómo seamos capaces de acogerle. En el salmo pedimos que se haga realidad la llegada de la salvación: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve. Danos vida para que invoquemos tu nombre”. Lo único que se nos pide es fidelidad y respuesta a lo que Dios nos propone, como dice la Carta a los Hebreos: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”.

María está llena de gozo, tiene que comunicarlo. Y lo hace a aquella que, por la revelación del ángel, sabe que puede entenderla. Los demás que la rodean no creerían, y sería indiscreto publicar lo que el ángel le ha dicho, de parte de Dios, como un secreto. Es Ain-Karim el pueblecito de destino. Sólo Isabel es, por ahora, la persona a quien puede acercar a Cristo. Y Cristo va con la Niña Virgen. Nadie lo sabe. Los viajeros de los caminos sólo ven una niña. Incorporada a una caravana, confundida entre los camellos y las gentes, a solas con su secreto gozoso. Hace un camino de montaña, impulsada por el amor y la alegría. ¡El Redentor ya está con nosotros! Sólo ella lo sabe. El esperado por miles de años acaba de llegar. ¡Hay que comunicarlo! María se pone en camino. Con diligencia va al encuentro de quien sabe que necesita su ayuda.
Esta Navidad abramos los ojos como María para mirar a nuestro alrededor, pero no de cualquier forma, si no con perspectiva y conciencia, miremos nuestra propia realidad y la de los demás para dejarnos transformar por ella y actuar en consecuencia. El Papa ha llamado la atención sobre la triste realidad de los descartados de nuestro mundo. Muchas personas no tienen medios para vivir dignamente. “Practica la justicia. Deja tu huella”, es el lema de la Campaña de Navidad de Cáritas 2015. Es una invitación a poner la mirada en el hecho de que practicar la justicia, velar y hacer posibles los derechos fundamentales de todas las personas es imprescindible para erradicar la pobreza en el mundo. Por José María Martín OSA. Betania. Es
P. Diego Ospina