El pueblo hebreo se había establecido definitivamente en la tierra prometida, pero los recuerdos de su estancia en Egipto y el contacto con las gentes de su entorno, les había ido pegando costumbres y creencias de la cultura cananea que les rodeaba. Hay cosas que se pueden mezclar, pero que no se pueden diluir, una de ellas es la religiosidad. Como le pasa al agua para el consumo humano, es preciso depurarla, antes de que sea apta del todo para beberla.
Josué, el caudillo sucesor de Moisés, reúne al pueblo en Siquem. Es un lugar muy apto para sus propósitos. Mirando a oriente a su izquierda tienen el monte Ebal y el Garizín a su derecha. Hay que escoger. Les habla con franqueza, les recuerda su historia, las creencias de sus ancestros, pero pone el acento en la Fe en su Dios, que desde su padre Abraham, profesan y reciben de Él ayuda. Deben escoger. Escoger siempre es renunciar a algo. Se lo recuerda. Ellos se comprometen. Para recordar su pacto, Josué levanta una piedra y la clava en el suelo. Será testimonio, será exigencia radical. (esto último, la piedra, no está en el fragmento proclamado hoy, pero pertenece y se escribe a continuación en el mismo libro bíblico)
¿Se acuerdan del evangelio del domingo pasado? ¿Se acuerdan del de este domingo? Jesús no retrocede debido a que no le entiendan. No le entienden ni los notables, ni los mismos discípulos. No hay que extrañarse, nadie es capaz de entender este lenguaje, los contenidos que ellos creen que son los que quiere trasmitirles el Señor.
Les confío a este respecto que cuando en ocasiones me he encontrado con alguna pareja de novios y que uno de ellos me dice que no cree en Dios porque no tiene pruebas de que exista, yo le pregunto: ¿sabes el número de su DNI de tu enamorado? No, responde. ¿y cómo es su huella dactilar? Tampoco. ¿Tienes una fe de vida suya, reciente, y firmada y rubricada por un juez? Evidentemente, no. Pues tu enamorado no existe, le digo. No me das ninguna prueba de ello y como no está vivo, no puedes pretender compromete en matrimonio. Lo que dices es una estupidez. Yo le quiero y él me ama y ya es suficiente.
Estoy de acuerdo, evidentemente. Algo así supone la respuesta de Pedro: Señor ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. La Fe es un riesgo. Un deporte espiritual de riesgo, no lo olvides. Siento mucho, mis queridas jóvenes lectoras, no tener tiempo para dedicároslo a vosotras hoy y ahora, las que os habéis podido sentir ofendidas por los criterios de Pablo sobre el matrimonio. Están condicionados por la cultura de su tiempo, pero aun así ¿no creéis que tantas mujeres que son víctimas hoy de la violencia de género, violencia sicológica o física, llegando hasta el homicidio o el asesinato, en su situación, hubieran sido felices de recibir de su conyugue un amor semejante al que Cristo tiene por su Iglesia que es lo que exige el apóstol al marido? Por Pedro José Ynaraja. Betania. Es.
P. Diego Ospina