Lo que a mí me interesa resaltar ahora es que sólo un amor cristiano puede garantizar la estabilidad de un matrimonio cristiano. Porque el amor cristiano –como Cristo ama a su Iglesia- va mucho más allá de los amores o desamores puramente físicos o psicológicos; el amor cristiano tiene, en su entraña más profunda, mucho de gratuidad, es un amor que es mucho más don que exigencia. Las dos caras del amor cristiano son el amor y el perdón, y para que haya auténtico amor cristiano tienen que estar vivas y practicantes estas dos caras.
También es interesante resaltar que este famoso texto del evangelio según san Marcos tiene mucho que ver con la defensa de los derechos de la mujer. En tiempos de Jesús los derechos de la mujer en el matrimonio, y en la vida, eran prácticamente nulos: el hombre podía despedir a la mujer dándole un libelo de repudio facilísimo de conseguir, cosa que no podía hacer la mujer. Jesús no cae en la trampa legalista que le plantean los fariseos y trata de igualar los derechos de la mujer con los derechos del hombre. Una vez más, Jesús supera y va mucho más allá del cumplimiento legalista de la ley de Moisés, tal como la entendían muchos fariseos. Es bueno que también nosotros aprendamos de Jesús a superar ciertas trampas legalistas, cuando de lo que se trata es de defender a las personas socialmente más desamparadas.
En este texto del libro del Génesis, en el que se dicen muchas cosas interesantes, se afirma con rotundidad algo que podemos comprobar todos los días y en todos los países del mundo: la atracción natural y poderosísima que existe entre el hombre y la mujer. La media naranja siempre busca a la otra media y en la historia de esta búsqueda está escrita la historia de gran parte de la humanidad. Sin entrar ahora en temas sociológicos, y políticos, que se relacionan, sin duda, con este hecho, de este texto se puede deducir indudablemente la necesaria hermandad y fraternidad que debe existir siempre entre hombre y mujer. Dios no nos ha hecho distintos para que nos peleemos, sino para que nos complementemos. Un hombre y una mujer bien unidos pueden llegar más lejos que si actúan separados o desunidos. También la Iglesia Católica debe tener en cuenta esta realidad. Despreciar, o no tener suficientemente en cuenta, el valor de la mujer en la Iglesia será siempre perjudicial para la misma Iglesia. Ya lo dijo con mucha rotundidad la misma santa Teresa de Jesús.
En esta carta a los Hebreos se nos dice que la pasión y muerte de Cristo fueron el camino necesario que Dios Padre escogió para su Hijo. Esta pasión y muerte de Cristo fue para bien de todos nosotros, pobres pecadores. Para llevarnos a la gloria a todos nosotros, el Padre “juzgó conveniente consagrar con sufrimientos al guía de nuestra salvación”. Pues, si el mismo Cristo tuvo que sufrir y padecer antes de entrar en la gloria, hagamos también nosotros del dolor y del sufrimiento materia y camino de salvación. Por Gabriel González del Estal. Betania. Es.
P. Diego Ospina