Epifanía significa manifestación y sugiere la idea de alumbramiento o de dar a luz: “y hemos visto su gloria, gloria propia del Hijo del Padre, lleno de gracia y de verdad”. Por consiguiente, la metáfora bíblica de esta fiesta es la luz: “la gloria del Señor que amanece sobre Jerusalén”, “la revelación del misterio escondido”, la estrella de los magos que vienen de oriente… Debemos esforzarnos para rescatar el auténtico significado de la fiesta que celebramos. Como tantas otras, y quizás más que ninguna esta fiesta, llamada vulgarmente día de Reyes ha sido mercantilizada y degradada.
Para los de cerca y para los de lejos, para los judíos y para los gentiles, para los pastores y para los magos que vienen de oriente. No hay acepción de personas. Pero los primeros en recibirlo van a ser los pobres, los pastores, para que se vea que “los pobres son evangelizados”, como había dicho el profeta Isaías. Y, después, llegarán los magos guiados por una estrella y buscando su significado. No importa si eran tres o eran más, si venían de Oriente o del Sur de España, lo importante es que fueron a adorarle. La estrella que nos conduce a todos, debe ser la que nos saca de casa, del acomodo en bienes y opiniones, de las certezas humanas, de la pretensión de poseer la verdad. Es la pregunta sobre el sentido de nuestra vida, que buscamos y nos pone en camino, más allá de nuestros prejuicios e intereses. Es la pregunta en la que se formula el deseo y la esperanza no el interrogatorio en que se pone en guardia el recelo y el miedo. Herodes interroga a los magos y termina persiguiendo a los niños inocentes. Los magos preguntan. Herodes se sobresalta y, con él, toda la ciudad de Jerusalén, pero los magos se llenan de inmensa alegría al salir de esa ciudad y ver de nuevo la estrella. Para hallar la verdad que nace en Belén de Judá, hay que salir de los muros y de los convencionalismos, guiados por esa estrella, por esa pregunta, que nos hace peregrinos y mendigos de la verdad, hambrientos de ella y no poseedores y satisfechos de nuestras pobres verdades. Los magos no fueron a Belén cargados de razón, sino preocupados y encaminados por una pregunta. Se acercaron al pesebre de Belén para contemplar la verdad hecha carne.
El camino de los magos es también un signo de todos los caminos. Al final, si se sabe seguir la propia estrella y si no nos cansamos fácilmente. al final de todos los caminos, encontraremos al Dios de Jesucristo. Todos los caminos llevan a Dios. Sea el camino de la oración: sea el del estudio de la verdad: sea el de la comunidad y la familia; sea el del servicio y la entrega: sea el de la profesión y el trabajo; sea el del dolor y la enfermedad; sea el del desprendimiento y la solidaridad. En todos los caminos de la vida siempre aparecerá una estrella que nos conduzca hasta Cristo. Necesitamos lucidez para descubrir la estrella, que puede ser algo o alguien muy sencillo, y decisión de seguirla hasta el final. Necesitamos, previamente, lo más importante: hambre de Dios, deseo grande de encontrar a Dios. Los magos son modelo y maestros en la fe, por su apertura a la llamada de Dios, su docilidad para seguirla, su perseverancia en el seguimiento, su acogida en el descubrimiento y su capacidad de cambio o conversión. Por José María Martín OSA. Betania. Es.
Diego Ospina