Domingo XVI tiempo ordinario ciclo C 2019

En estos días de convivencia familiar y de compartir con amigos el descanso veraniego, se nos llama a practicar la hospitalidad, siguiendo el ejemplo de Abraham. Dar de comer al hambriento y de beber al sediento es una obra de misericordia y una demostración de acogida al prójimo. Abrahán fue llamado “el amigo de Dios”. El texto narra con sencillez y calor humano la acogida que Abrahán, el más ilustre de todos los nómadas, dispensa al mismo Dios. Abrahán despliega en su honor todas las delicadezas de la hospitalidad proverbial en los hombres del desierto. La narración alcanza su punto culminante en la promesa. Abrahán y Sara eran dos ancianos, pero Abrahán había esperado contra toda esperanza. El nacimiento de Isaac vendría a demostrar que la esperanza de Abrahán en su amigo fiel no iba a ser defraudada.

La evangelización, el servicio al evangelio, es para Pablo causa de grandes padecimientos. Todo esto son “los dolores de Cristo”, lo que faltaba todavía y ahora completa el apóstol en su propia carne. Pablo no se refiere a la pasión redentora de Cristo en su sentido más estricto, ya que la muerte en la cruz es más que suficiente para nuestra redención del pecado, y Jesús no tiene que volver a morir. Pero la salvación realizada en Cristo ha de ser anunciada y, en este sentido, las tribulaciones que van unidas a la predicación del evangelio pertenecen a los “dolores de Cristo” o por la causa de Cristo. Jesús cargó ya, durante su vida, con estas tribulaciones propias de su misión. Pablo, a pesar de todas las dificultades, continúa fiel a la misión de anunciar a todos el mensaje completo.
Muchas veces se ha contrapuesto a las dos hermanas como símbolos de la vida activa y de la vida contemplativa respectivamente. Para algunos, la palabra de Jesús, en este supuesto, elevaría la contemplación por encima de la acción. Pero todo esto son elucubraciones que rebasan el marco y la situación familiar en la que se desarrolla la escena. Jesús quiere decir a Marta que no se moleste demasiado, que cualquier cosa es suficiente para comer, que ha ido a verles y a hablar con sus amigos del reinado de Dios, y esto es lo que importa de verdad. Jesús no ignora las necesidades inmediatas del cuerpo y no prescinde en absoluto de la vida cotidiana, pero se eleva por encima de esto para descubrir lo más necesario y manifestar el sentido profundo de la vida. Tampoco la contemplación anula o prescinde de lo cotidiano. Si bien es cierto que María ha escogido la mejor parte, Jesús no reprende a Marta como si fuera una mujer distraída y superficial. Marta continuaría sin duda con su trabajo doméstico, no obstante desear también sentarse a los pies del Maestro. Pensaría que, de momento, era más importante dar que recibir. Hay muchas vocaciones en la Iglesia. Tanto los contemplativos como los que se dedican a la actividad son necesarios. La contemplación lleva a la acción y la acción se sustenta en la contemplación. Por José María Martín OSA. Betania. Es.
P. Diego Ospina