Domingo XXV tiempo ordinario ciclo C 2019

En cuestiones de dinero, casi todos tendemos a ser más o menos astutos o sagaces, aunque no todos tengamos que ser injustos como el administrador infiel. Esta parábola sobre el uso del dinero no es sólo aplicable a los ricos, sino a la mayor parte de los mortales. El amo felicitó a su administrador por la astucia con que había actuado, no por su injusticia, y Jesús coloca al administrador infiel entre los hijos de este mundo, es decir, entre los hijos de las tinieblas, frente a los hijos de la luz. Debemos examinar constante y concienzudamente nuestra actitud ante el uso que hacemos del dinero que tenemos y del que quisiéramos tener. …

El ser hijos de la luz nunca debe hacernos ingenuos, o fáciles de engañar. Ser sagaces y previsores en cuestiones de dinero no es malo, pero ser hijos de las tinieblas sí lo es. El dinero, por supuesto, es un instrumento necesario para vivir en esta sociedad en la que nosotros vivimos. Por eso mismo, debemos procurar ser dueños del dinero que tenemos, o que tratamos de tener, pero no debemos ser nunca esclavos del dinero. El dinero debe servirnos a nosotros mismos para vivir con dignidad y para ayudar en lo que podamos a los que no tienen dinero suficiente para vivir dignamente. Lo ideal, en cuestiones de dinero, es que vivamos con sobriedad, con una sobriedad compartida y generosa. Jesús nos dice que no podemos servir a Dios y al dinero y, en una frase complicada, dice que nos ganemos amigos con el dinero injusto, para que nos reciban en las moradas eternas. Yo creo que es suficiente con que nos apliquemos esta frase en un sentido cristiano, es decir, que también usemos el dinero que tenemos para adquirir bienes espirituales, poniendo siempre los valores espirituales por encima de los valores materiales.
El profeta Amós es, dentro de su brevedad, uno de los profetas que denuncia con mayor dureza el pecado social que los ricos de su tiempo estaban cometiendo contra los pobres. Compraban por dinero al pobre, poniéndoles en la disyuntiva de, o someterse a sus fraudes e injusticias, o morir físicamente de hambre. Desgraciadamente, también hoy tenemos nosotros razones para afirmar que el pecado social que denuncia el profeta Amós sigue estando muy vivo entre nosotros. Los grandes ricos de hoy –empresas, multinacionales, países ricos respecto a países pobres, etc.- siguen explotando al pobre sin misericordia alguna. Pero no nos conformemos con pensar en los más ricos, pensemos cada uno de nosotros en los posibles pecados sociales que cometemos, por acción o por omisión. Como ya hemos dicho arriba, el dinero debemos usarlo siempre no sólo en beneficio propio, sino en beneficio de los demás. Vivamos sobriamente y procuremos que nos sobre siempre algo para dar a los que no tienen ni lo necesario para vivir. Ya decía insistentemente san Agustín que es mejor necesitar poco que tener mucho. Si somos sinceros, debemos reconocer que muchos de nosotros podemos vivir gastando algo menos de lo que gastamos habitualmente, para así poder dar algo a los más necesitados. Que los profetas Amós de nuestro tiempo, que los hay, nunca puedan decirnos que exprimimos al pobre tratándole injustamente y sin misericordia. Por Gabriel González del Estal. Betania. Es
P. Diego Ospina