Domingo XV tiempo ordinario ciclo C 2019

El culto a Dios, ya bien trazado en la Ley, se confirma. También el amor al prójimo. Y junto a eso, la descripción de quien ayuda al necesitado y de quien no. Los que no se acercan al viajero malherido son, precisamente, los más altos representantes de la religión oficial judía. Y el pecado de omisión tiene varias lecturas, porque tanto el levita como el sacerdote no se acercaron al hombre que yacía porque, tal vez, podría estar muerto y la cercanía a un cadáver volvía impuros –según la Ley— a los sacerdotes judíos y no podían actuar. Pero, obviamente, ese era el pretexto. La cuestión básica fue no prestar ayuda. No sentir compasión por el semejante herido y abandonado.

Ayuda directa no la contemplamos ni de lejos e, incluso, nos asusta grandemente. Pero ocurre que muchos de nuestros semejantes van a necesitar en un momento dado una ayuda inmediata, de cercanía física y, probablemente, nosotros se la negaremos. Tal vez sean mejores que nosotros los escribas y los sacerdotes fariseos porque tenían un pretexto legal. Nosotros, ni eso.
Estaban considerados como herejes y alejados del culto ortodoxo a Dios que se centraba en Jerusalén. Sin duda, el interlocutor que inició el dialogo con Jesús tuvo que sentirse menospreciado por la comparación. Pero al mismo tiempo, el letrado en cuestión quería distinguirse con malos modos cuando preguntó por la naturaleza de su prójimo. La respuesta del Señor fue muy adecuada.
Otro lado –muy actual— de la moneda es olvidar a Dios para dedicarse solo y presuntamente al prójimo. Es posible, claro está, que en la adoración a Dios necesitemos poco tiempo y que nuestro “gran tiempo” debe estar dedicado al prójimo que nos necesite. Pero no se puede cambiar el orden de prioridades porque Dios debe estar por encima de todo. No es pues una cuestión de tiempo, si no de reconocimiento de la prioritaria entrega a Dios. El amor a Dios inunda de paz el amor a nuestros hermanos. El cansancio que llevemos al templo tras haber servido a los hermanos nos abrirá el Corazón de Dios y sitúa al nuestro en la intimidad con el Señor. Por Ángel Gómez Escorial. Betania. Es
P. Diego Ospina