II Domingo de Pascua ciclo C 2019

La Iglesia es santa y pecadora al mismo tiempo, santa porque fue fundada por Jesucristo, aspira a la santidad de todos sus miembros y es apoyada siempre por la gracia salvadora de Jesucristo. Pero está compuesta por hombres y mujeres pecadores. Pretender que en ella todo sea santo es no comprender la condición humana. La fe se vive y se celebra en comunidad y es ella, la Iglesia, el medio e instrumento de salvación, a pesar de sus defectos y pecados.

Los apóstoles dudaron. Pedro no se fía de lo que decían las mujeres. Tomás exige ver las señales de los clavos en las manos y de la lanza en el costado. De ello se deduce que la duda es algo connatural al hombre. Pero la duda tiene su aspecto positivo: evita que caigamos en el desatino o en lo irracional. Un creyente no es un crédulo que acepta todo sin pasarlo por el tamiz de la razón. Un creyente de verdad tiene que pasar del fideísmo a la fe adulta, responsable y personalizada, que nos hace gritar: “¡Señor mío y Dios mío!” No creemos porque nos lo han dicho otros, sino porque nosotros mismos hemos experimentado la presencia de Jesús vivo en nuestra vida. Creer es fiarse de Alguien: Jesús de Nazaret, el Resucitado, que ha vencido a la muerte, dando un nuevo sentido a nuestras vidas. El mejor don que nos regala la fe en Jesús es la paz, plenitud de todos los dones. Es una paz que produce en nuestro interior una sensación profunda de felicidad y realización personal. Sin embargo, esta paz no puede quedar encerrada en nosotros mismos, sino que tiene que salir hacia afuera, tiene que notarse y ser testimoniada. La construcción de un mundo en paz es una tarea de todo cristiano, partiendo siempre de la justicia y el amor. Hoy la paz se siente amenazada por los atentados terroristas. Matar en nombre de Dios es una blasfemia, porque Dios nos regala siempre su paz.
Hay algo que todavía no tenemos asumido los que nos decimos seguidores de Jesús: tenemos que ser misericordiosos. Sus llagas nos han curado. Jesús nos envía a perdonar no a condenar, nos entrega el evangelio de la misericordia. Así lo ha expresado el Papa Francisco: “La Cruz de Jesús es la Palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la Cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos. Recordemos esto: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, El sólo ama y salva”. Dios no se cansa de perdonar. Nos ha dicho, además, que tenemos que anunciar la misericordia de Dios. Nosotros tenemos que ser mensajeros de perdón, aprender a perdonarnos primero a nosotros mismos y ser instrumentos de perdón y reconciliación para todos. Este es el Evangelio auténtico. Hoy es el día de la “Divina misericordia”. Que la celebración de este día nos ayude a ser misericordiosos y compasivos todo el año. Por José María Martín OSA. Betania. Es.
P. Diego Ospina