Domingo XXVI del Tiempo Ordinario ciclo B 2018

En el decreto “Ad Gentes”, del Concilio Vaticano II, se habla en dos ocasiones, comentando la famosa frase de San Justino “Semina Verbi”, de las semillas del Verbo que existen, sin duda, en otras religiones no católicas. Se dice en concreto: Los fieles descubran con gozo y respeto las semillas del Verbo que se ocultan en las tradiciones nacionales y religiosas de los países de misión (AG II). El Espíritu Santo, que llama a todos los hombres a Cristo por las semillas del Verbo y por la predicación del Evangelio… (AG 15). Como se puede suponer fácilmente, estas citas del Concilio están traídas para que nos demos cuenta de la actitud poco cristiana de Juan cuando le dice a Jesús que ellos no han permitido a una persona echar demonios en nombre del Maestro porque esa persona no era del grupo de sus discípulos. Jesús contradice a Juan y le dice que a todo el que hace el bien hay no sólo que permitírselo, sino que hay que ayudarle y animarle a que siga haciéndolo, aunque no pertenezca a nuestro mismo grupo doctrinal, político, o nacional. Debemos saber que las personas son, en estos casos, más importantes que el grupo al que representan, y a toda persona que hace el bien debemos considerarla de los nuestros, es decir, de los que queremos, por encima de todo, que se haga el bien en el mundo, lo haga quien lo haga. Todos conocemos a personas no católicas que nos dan un maravilloso ejemplo de bondad cristiana a los que profesamos públicamente nuestra condición de católicos. Demos gracias a Dios por ello.

En este libro de Los Números se nos dice que el profeta Moisés actuó de un modo parecido a como actuó Jesús en el caso que hemos comentado en el evangelio. Josué le pide a Moisés que no permita profetizar a Edad y Medad en el campamento, porque no habían acudido a la tienda. Moisés replica a Josué que ¡ojalá! todo el pueblo fuera profeta. Lo importante es que el Espíritu del Señor se infunda y se difunda por todo el pueblo, sin distinción de clases sociales, o jerarquías religiosas. Nadie debe estar celoso de sus privilegios, o facultades religiosas; todo el que habla en nombre de Dios y dice la Verdad de Dios debe ser bienvenido. Hay personas ignorantes que hablan sabiamente y personas muy doctas que hablan neciamente. No es lo mismo ciencia que sabiduría, ni cultura que inteligencia. Busquemos siempre la verdad y aceptemos la verdad, la diga quien la diga. La Verdad es más importante que nuestras teorías políticas, o religiosas, particulares.
Este texto del apóstol Santiago contra los ricos inmisericordes es muy duro. Lo que debemos hacer cada uno de nosotros es mirarnos a nosotros mismos, para ver si realmente este texto también nos dice algo a nosotros. No debemos pensar que sólo los muy ricos tienen que hacer misericordia y vivir con más austeridad; muchos de nosotros, sin ser muy ricos, también tenemos y malgastamos bienes superfluos, que serían muy necesarios para los pobres. Toda persona cristiana debe ser sobria y caritativa, si quiere ser fiel a la doctrina y a la vida del Maestro. La corrupción y la tacañería no son defectos exclusivos de los muy ricos. Examinemos nuestra conducta. Por Gabriel González del Estal. Betania. Es.
P. Diego Ospina