XII Domingo Tiempo Ordinario Ciclo B 2018

Al celebrar la natividad de San Juan Bautista, coincidiendo con el solsticio de verano, la Iglesia quiere subrayar la trascendencia del “Precursor” en la preparación del “camino de Señor”. El evangelio de Lucas que hoy se proclama comienza con la expresión “se cumplió el tiempo”. Nos recuerda que esta realidad no solamente sorprende a Isabel embarazada, sino que revela también algo del proyecto de Dios. En el evangelio Jesús habla del cumplimiento de los tiempos, especialmente en evangelio el de Juan. Dos de estos momentos son las bodas de Caná y la agonía en la cruz, donde Jesús proclama que “todo está cumplido”. En el cumplimiento de los tiempos Jesús inaugura una era de salvación. El nacimiento de Juan Bautista estrena este tiempo de salvación. Él, de hecho, a la llegada del Mesías, se alegra y salta de gozo en el vientre de Isabel su madre.

El nombre personal que recibe el niño tiene una gran importancia por el hecho de que es Dios mismo el que lo atribuye: fue así en el caso de Jesús y en el de Juan Bautista. Dar un nombre es, por tanto, dar una vocación, una misión y los dones adecuados para desempeñarla. El hijo no se llamará como su padre Zacarías, sino Juan. Zacarías nos recuerda que Dios no olvida a su pueblo. Su nombre significa “Dios recuerda”. Su hijo, ahora no podrá ser llamado “Dios recuerda”, porque las promesas de Dios se están cumpliendo. La misión profética de Juan debe indicar la misericordia de Dios. Él, por tanto, se llamará Juan, o sea, “Dios es misericordia”. Esta misericordia se manifiesta en la visita al pueblo, exactamente “como lo había prometido por boca de sus santos profetas de un tiempo”. El nombre indica por esto la identidad y la misión del que ha de nacer. Zacarías escribirá el nombre de su hijo sobre una tablilla para que todos pudiesen verlo con asombro. Esta tablilla evocará otra inscripción, escrita por Pilatos para ser colgada en la cruz de Jesús. Esta inscripción revelaba la identidad y la misión del crucificado: “Jesús Nazareno rey de los Judíos”. También este escrito provocó el asombro de los que estaban en Jerusalén por la fiesta.
Hay algo que el evangelista deja bien claro: “la mano de Dios estaba con él”. En las lecturas de hoy recorremos diversos episodios de esta persona singular: nacimiento, circuncisión, imposición del nombre, manifestación a todos sus familiares y vecinos, en el evangelio; comienzo y desenlace de su misión como Precursor, en el discurso de Pablo de los Hechos de los Apóstoles. Cada momento de su vida es una enseñanza de cómo Dios actúa en favor del hombre. Nacido de una gran misericordia en una mujer estéril, es circuncidado para destacar su conexión con el pueblo elegido –será el último profeta del Antiguo Testamento. Retirarse al desierto puede parecer la evidencia de un fracaso de una huida. Pero no. Juan no huye por miedo, sino porque quiere prepararse para su misión, “ser el Precursor”. Muchas personas reciben la misión de “ser camino”, de preparar a los demás para que se realicen como personas. Puede parecernos que su labor es insignificante, pero las personas más importantes de nuestras vidas son aquellas que, calladamente, sin protagonismos, nos han ido ayudando en nuestro crecimiento como personas o como creyentes: nuestros padres, nuestros maestros, nuestros catequistas… ¡Qué misión tan hermosa la de ayudar a otros a descubrir la inmensidad de la bondad de Dios! Así fue Juan “el Bautista”, el anunciador de “la misericordia de Dios”. Por José María Martín, OSA. Betania. Es.
P. Diego Ospina