X Domingo del Tiempo Ordinario ciclo B 2018

Vivimos en tiempos en que lo femenino se ha convertido en tema de continuas reivindicaciones. Algunas veces esas mismas reivindicaciones parecen caer en mostrar lo peor a lo que puede llegar la mujer: exhibir su cuerpo como una cosa, volverse vulgar, ordinaria y con alguna frecuencia, blasfema.
En ese orden de ideas, la mayoría de las feministas ven en la Biblia un libro de insultos contra la mujer, y en la Iglesia, un estorbo a su genuina liberación. Claramente ni la Biblia ni la Iglesia quieren degradar esa obra preciosa del creador que es la mujer. Por eso se ha llegado al punto en que ser feminista se ha convertido en sinónimo de tomar una actitud de desprecio o franco odio hacia la religión.
En su simplicidad, el relato bíblico de hoy muestra una verdad muy distinta y muy profunda: Dios se pone de parte de la mujer y contra la serpiente. La Biblia no aplaude el error de la mujer pero muestra que su primer aliado, quien la defiende de todo y hasta de sí misma, es Dios. No menospreciar el poder de las tinieblas
Una característica muy señalada del pontificado de Francisco es la frecuencia y claridad con que se ha referido al daño de la acción diabólica. Lo mismo que otros de sus predecesores ha recordado una verdad muy propia de nuestra fe: el demonio no es otro nombre para los males propios de la dureza de la vida sobre esta tierra, ni tampoco es otro nombre para la maldad humana, por sórdida que llegue a ser.
El Evangelio nos introduce en ese realismo que muestra el Papa Francisco en cuanto a este tema. Cristo habla del demonio como uno que es muy fuerte; uno que se mete en una casa y no hay quien lo saque; uno que quiere adueñarse de todo. Eso hay que tenerlo claro: el mal, sobre todo el mal espiritual, no se frena solo.
Por otra parte, el texto muestra que el espíritu malo, el demonio, no es omnipotente. Hay uno “más fuerte,” que es Cristo, que con su Espíritu, derrota y despoja al demonio. Es importante que todos comprendamos que lo que nos supera a nosotros no supera ni al poder ni a la sabiduría de Dios. Habitados por Dios
Acercarnos a la Eucaristía, con la debida preparación y las debidas disposiciones, es un modo integral de dar entrada a Cristo a todo nuestro ser: alma y cuerpo.
Al unirnos con el que es más fuerte, y santo, y sabio, estamos recibiendo de Él la gracia que nos hace vencedores. No hemos nacido para derrota sino para victoria pero la fuerza no reside en nosotros sino que la recibimos de Él. Fr. Nelson Medina, O.P. Casa para tu fe Católica.