Domingo de la Santisima Trinidad ciclo B 2018

Para entender algo de lo que es nuestro Dios, según nuestra pobre manera humana de hablar y pensar, debemos atenernos de lo que nos dice san Juan, cuando afirma que Dios es amor. Nuestro Dios es un Dios que ama, el fruto de ese amor es el Hijo y el cordón umbilical que une el Padre con el Hijo es el Espíritu Santo. Dios Padre es amor, el Hijo es amor y el Espíritu Santo es amor: Dios es amor. El amor, por su propia naturaleza, necesita expandirse, alteridad. El misterio de la Santísima Trinidad es un misterio de amor y, así como las tres divinas Personas forman un misterio de amor, también nosotros, las personas humanas, debemos formar una familia de amor. Este es, quizá, el principal mensaje pastoral de esta fiesta cristiana. Voy a referirme ahora, aunque sea muy brevemente, a las lecturas de la liturgia de hoy.

En nuestro bautismo fuimos bautizados en un Dios trinitario, en un Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, fuimos bautizados en un Dios único, pero no solitario. Los cristianos creemos en un solo Dios, no somos politeístas, y decimos que nuestro único Dios, como Padre es creador, como Hijo es nuestro redentor y como Espíritu Santo nos da espíritu y vida. El hecho que hablemos de un Dios trinitario quiere decir que hablamos de un Dios único pero no solitario; esto lo deducimos del hecho de que nuestro Dios es un Dios Amor, un ser de relaciones. Y el ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios, es también un ser de relaciones, porque vivimos relacionados con otras personas desde el momento mismo en que nacemos. Sin relaciones el ser humano no llegaría nunca a desarrollarse íntegramente. Bautizar a una persona con un bautismo cristiano es bautizarla en un Dios Amor, en un Dios de relaciones. En este sentido, celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad es celebrar la fiesta de un Dios Amor. Por eso, esta fiesta debe llenarnos de gozo y esperanza.
Estas palabras del apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, también nos están hablando de un Dios trinitario, de un Dios Padre que, en su Hijo, nos ha dado su Espíritu. El Espíritu de Dios es el amor de Dios; como hijos de Dios somos hijos del amor de Dios. Y vivir como hijos de Dios es vivir relacionándonos con los demás en el amor, en el amor de Dios. El que ama en Dios es hijo de Dios, porque participa del amor de Dios. Vivamos, pues, esta fiesta de la Santísima Trinidad con alegría y gozo, como auténticos hijos de Dios y relacionándonos con todas las personas en el amor de Dios. Por Gabriel González del Estal. Betania. Es.
P. Diego Ospina