Domingo VI de Pascua ciclo B 2018

La Primera Carta del Apóstol San Juan es un canto al Amor de Dios. El amor es de Dios, nos dice, y por eso debemos amarnos unos a otros. Quien no ama no conoce a Dios. En el texto de este domingo encontramos la expresión “Dios es Amor,” frase con la que tituló el papa Benedicto XVI su primera encíclica hace ya algunos años. Más adelante nos dirá que tenemos que permanecer en el amor para permanecer en Dios. Coincide con el consejo de Jesús en el evangelio de hoy: “permaneced en mi amor.” El cristiano expresa la opción fundamental de su vida en que ha creído en el amor de Dios: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida.” El que tiene experiencia auténtica de Jesucristo transforma su vida y la orienta desde ese Alguien que ha conocido. A esto se refiere cuando dice que el que le ama cumple sus mandamientos. Jesús dio la vida por sus amigos y ahora nos pide que nosotros estemos dispuestos a hacer lo que nos pide. Es decir, que demos frutos de buenas obras.

2.- El amor cristiano es “ágape.” Es un amor gratuito y entregado, que no consiste en la posesión del otro, sino en la entrega desinteresada y en el sacrificio por el otro, Agapé es, en primer lugar, un amor originario, que no nace en respuesta a otro amor previo. No es un amor de correspondencia. El amor del Padre es gratuito, Él es la fuente primordial del amor: “Él nos amó primero.” La mejor noticia que el hombre ha recibido es que Dios le ama personalmente. Su amor está por encima de la justicia. Es un amor apasionado, que perdona, que acude en persona en busca de la oveja perdida. Jesús ha perpetuado el acto de entrega en la institución de la Eucaristía. Si queremos ser como nuestro Padre celestial, no esperemos a que nos amen para ofrecer nuestro amor. El amor cristiano es desinteresado, no busca adquirir nada con el amor, sino comunicar lo que es y lo que tiene. Al amar confiere valor a aquello que se ama.
La sabiduría es una actitud infundida por el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos y reconoce en ellos la imagen de Dios. Sabiduría del corazón es servir al hermano. Cuántos cristianos dan testimonio también hoy, no con las palabras, sino con su vida radicada en una fe genuina, y son «ojos del ciego» y «del cojo los pies». Personas que están junto a los enfermos que tienen necesidad de una asistencia continuada, de una ayuda para lavarse, para vestirse, para alimentarse. Este servicio, especialmente cuando se prolonga en el tiempo, se puede volver fatigoso y pesado. Es relativamente fácil servir por algunos días, pero es difícil cuidar de una persona durante meses o incluso durante años, incluso cuando ella ya no es capaz de agradecer. Y, sin embargo, ¡qué gran camino de santificación es éste! En esos momentos se puede contar de modo particular con la cercanía del Señor, y se es también un apoyo especial para la misión de la Iglesia. Sabiduría del corazón es estar con el hermano. Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. Por José María Martín OSA. Betania. Es.
P. Diego Ospina