Se quedaron asombrados de su doctrina porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad… Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y obedecen. En los evangelios podemos leer más de una vez que Jesús mandó a sus discípulos a ir por el mundo predicando la Buena Noticia y curando a los enfermos. Y nosotros, los cristianos, debemos pensar también esto: que Jesús nos manda no sólo a enseñar con palabras, sino en muchos casos a curar las enfermedades de las personas. La palabra “curar” no debemos entenderla solamente aplicada a la sanación de enfermedades físicas, sino a la curación de cualquier clase de enfermedades, tanto físicas, como psicológicas, o espirituales. A todos los cristianos nos manda Jesús enseñar y curar. Cada uno de nosotros debemos acercarnos a cualquier persona que sufre e intentar aliviar, o curar, su sufrimiento. Los cristianos tenemos la obligación de intentar imitar a Jesús “que pasó por el mundo haciendo el bien y curando a los poseídos por el diablo”, es decir, a todos los que padecían alguna enfermedad, de cualquier clase que fuera. Una nota distintiva de cualquier cristiano debe ser la misericordia y la compasión. La teoría, el dogma, es importante y distintiva de los cristianos, pero es más importante la misericordia y la compasión hacia el prójimo. El mandamiento nuevo no es predicar doctrina, sino amar al prójimo como Cristo nos amó a nosotros. Prediquemos y curemos, si de verdad queremos ser buenos discípulos de Jesús.
Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca. En este texto del Deuteronomio Moisés le dice a su pueblo que el Señor suscitará un profeta de entre sus hermanos, es decir, de entre el pueblo. La misión de un profeta es siempre hablar en nombre de Dios. Los profetas deben primero oír a Dios y después transmitir al pueblo lo que Dios les dice. Lo que no puede hacer un profeta es confundir sus propios intereses con los intereses de Dios. Esto es hacer política, o economía, pero no evangelio. Todos los catequistas y predicadores tenemos que tener esto muy en cuenta. Para ser un buen profeta cristiano lo primero que hay que ser es persona de oración y contemplación. Si no oramos mucho, no podemos estar muy seguros de que nuestra predicación sea palabra de Dios.
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor. “No endurezcáis vuestro corazón”. Todos los días y a todas las horas debemos vivir atentos a la voz del Señor. Dios nos habla de muchas maneras: a través de nuestra conciencia, a través de otras personas, a través de la vida ordinaria, a través de la naturaleza. En cada momento debemos saber lo que Dios quiere de nosotros, seamos solteros o casados, seamos socialmente más importantes o menos importantes. No hagamos distinciones y que cada uno de nosotros escuchemos la voz del Señor y, con corazón dócil, procuremos ser fieles a nuestra vocación y servir al Señor lo mejor que sepamos y podamos dentro de nuestra vocación. Por Gabriel González del Estal. Betania. Es.