Hoy la Palabra de Dios nos alerta para que nos demos cuenta de que Jesús, el Hijo del Hombre, viene a liberarnos de todas nuestras dudas e incertidumbres. Él es nuestra justicia y nuestra salvación. Tenemos por delante una hermosa tarea durante estas cuatro semanas: preparar nuestro interior como si fuera una cuna que va a recibir a Aquél que nos da la vida. El tren de la esperanza va a pasar por delante de nosotros, no lo perdamos, subamos a él y valoremos todo lo bueno que vamos encontrando en nuestro camino. Siendo nosotros también liberadores, justos, alegres y solidarios podremos hacer que todos los que en él viajamos podamos construir la nueva humanidad que tanto anhelamos. Pero seamos profetas de la esperanza, no del desaliento, pues ya estamos cansados de agoreros y necesitamos hombres y mujeres, esperanzados y esperanzadores.
Las palabras de Pablo parecen como si estuvieran escritas también para nosotros, que vivimos en unos tiempos de olvido de lo espiritual y de escasez de esperanza. . ¿Qué cosas nos diría hoy S. Pablo, para despertarnos de nuestro sueño y nuestra inconsciencia? He aquí alguna de las cosas que necesitan conversión: la locura del rearme, la locura del derroche, la locura del tener, la locura del paro, la locura de la violencia, la locura de la droga, la locura de la contaminación, la locura de la insolidaridad, la locura de la velocidad, la locura del poder, la locura del vicio…
El Evangelio no es una amenaza, sino una buena noticia. Pero tampoco Jesús espera de nosotros que perdamos la vida vegetando, trabajando, ganando dinero, gastándolo, y vuelta a empezar. Dios llama hoy nuestra atención para sacarnos del aburrimiento, de la indiferencia ante el hambre, la pobreza, la injusticia y los sufrimientos de los demás. Quiere que nos responsabilicemos y tomemos conciencia, quiere que estemos alerta. Una segunda exigencia del evangelio de hoy es la acción. El reino de Dios, la justicia y la igualdad, el bienestar de todos, no es una lotería, sino el resultado de la acción de todos y de la solidaridad de todos. Hay que vigilar y analizar, diseñar y proyectar antes de pasar a la acción, para que ésta sea eficaz. No debemos radicalizar posturas diciendo que todo está mal. Hay que discernir el bien del mal, conservar lo que beneficia a todos y redunda en el bienestar de todos; pero habrá que modificar y cambiar lo que sólo favorece a unos pocos. El adviento, este adviento, y todos, pues siempre es adviento para el creyente, ha de ayudarnos a ver cómo esa esperanza del reino de Dios se va ya realizando en cada una de las esperanzas y de los logros humanos. Debe comprometernos en esa tarea común, con todos los hombres de buena voluntad. Todavía queda mucho por hacer. Todavía tenemos una gran esperanza, otro mundo es posible. Como escribió San Agustín, “Nosotros somos los tiempos y juntos podemos hacer tiempos mejores”. Por José María Martín OSA. Betania. Es.
P Diego Ospina