El Libro de la Sabiduría recuerda la actuación de Dios a favor del pueblo. La promesa de Dios sostiene el ánimo de los que pasan la prueba de la fe, lo mismo ayer que hoy. El creyente israelita tiene la seguridad interna de que Dios actúa en la historia entonces como ahora. Si entonces les libró de la opresión ¿por qué no ahora? El creyente de hoy, más que estar preparado y en pie para comer la pascua, tiene que estar en una actitud real de ayuda mutua y de lucha codo con codo contra lo que es contrario a la sabiduría y a la voluntad de Dios: la falsedad que engendra toda injusticia, la tranquilidad engañosa del tirano, cualquier degradación del hombre, las falsas felicidades que el mundo ofrece….
La carta a los Hebreos va dirigida a unas comunidades que viven en medio de un mundo hostil. A muchos cristianos les parecía que el evangelio era una utopía poco menos que irrealizable y empezaban a desfallecer ante las persecuciones, algunos abandonaban incluso la iglesia. Por eso el autor les exhorta a la perseverancia y a la fidelidad. Recurre, para conseguir el efecto deseado, a los ejemplos bíblicos, sobre todo al ejemplo de Abrahán. No pretende dar una definición de la fe, sino destacar aquellos rasgos fundamentales que obtuvo la fe en los grandes creyentes y que convenía recordar a los que vacilaban: la firmeza en la esperanza, que anticipa los bienes futuros, y el convencimiento de lo que aún está por ver y por venir. La fe, como respuesta a la palabra de Dios que tiene el carácter de promesa, es inseparable de la esperanza. De ahí que la fe sea siempre un éxodo, una salida, el comienzo de un camino hacia el futuro de Dios que trae la salvación. El que cree está siempre de paso, vive como un extranjero, como un nómada. Así vivió Abrahán, incluso en la tierra que Dios le había prometido.
No lo dice para meternos miedo, sino para darnos confianza. Él ha hecho un descubrimiento: “El Reino se parece a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra el campo aquél”. Desde este descubrimiento puede Jesús hablar e invitar a la confianza como lo hace. Cuando se ha encontrado un tesoro, ¿qué importa la calderilla? ¿Qué miedo se puede tener a desprenderse de la calderilla? La atención y el interés estarán en el tesoro, no en la calderilla. “Buscad primero el Reino y esas otras cosas (alimento, vestido, etc.) las tendréis de sobra”, son las palabras inmediatamente anteriores a las del evangelio de hoy. Secundar la invitación de Jesús a desprenderse de las propias posesiones es lo mismo que secundar una invitación a desprenderse de la calderilla cuando se tiene un tesoro. Jesús no te invita a quedarte sin nada, sencillamente porque antes ya lo tienes todo. Le tienes a Él y la plenitud de vida que Él te regla. No tengas, pues, miedo a dejar el dinero. Pon tu corazón en lo que de verdad importa. Por José María Martín OSA. Betania. Es.
Diego Ospina